Es el prototipo de joven que se ve en las colas de Ryanair. Tiene un perfil para sus alumnos en Tuenti y otro para sus amigos en Facebook
A veces le dicen que parece rusa, «pero yo soy cacereña de pura cepa». Vive muy a gusto en Mérida, «una capital que tiene vidilla». Las ciudades pequeñas no la asfixian: «Me provocan la necesidad de conocer otras cosas y así estoy siempre en movimiento».
-¿Cuál fue el primer viaje que hizo sola?
-A Irlanda, en el año 97. Tenía 17 años. Fui completamente sola. Pasé miedo porque fue una odisea y un reto personal. Mis amigas no estaban en esa dinámica. Soy súper tímida, pero para esas cosas me lanzo. Estuve mes y medio. Me aportó seguridad el ver que podía comunicarme con la gente. Era una inexperta y no había preparado una combinación de autobús para ir a Galdway desde el aeropuerto. La familia que me iba a alojar no cogía el teléfono porque tenía mal el número.
-Mi madre tenía mucho miedo. Mi padre sí me empuja, no pone pegas. Al año siguiente ya me fui a Sheffield, en Inglaterra. Ahí empezó mi pasión por Inglaterra. Allí nunca me he sentido rara ni diferente. Aquí haces algo que se sale de los estándares o te pones una ropa menos convencional y llamas mucho la atención. En Inglaterra me siento libre, cada uno va como quiere.
-En Facebook se llama usted Marinaki Jane y la mayoría de los comentarios que le hacen están en inglés.
-Lo de Marinaki es un apodo cariñoso de una amiga de Grecia. Allí es como Marinita. Antes tenía puestos mi nombre y mis apellidos, pero te agregaban los alumnos y mucha gente que me veía por la calle y me canteaba la cara, pero luego me agregaba en Facebook. Lo de Jane me viene de la adolescencia, de una canción de Alanis Morisette que se llama Mary Jane. Mi pasión es el inglés y me encanta comunicarme en inglés. Creo que, para decir cosas muy personales, me expreso mejor en inglés que en castellano. Mis estancias en Inglaterra me han afectado mucho. Los ingleses son flexibles, te ayudan a abrir la mente.
-¿No se ha planteado vivir en Inglaterra?
-Mi idea era quedarme en Liverpool. Pero en aquel momento estaba muy enamorada y me vine.
-¿Para tomar ese tipo de decisiones, el amor ata demasiado, no?
-Mucho. Tienes que renunciar y yo soy muy independiente, pero a la vez soy muy dependiente. Esa relación se acaba y te preguntas que por qué no te habrías quedado. Es que yo soy muy pasional y me dejo llevar por el instinto. No me arrepiento de haber vuelto, estaba muy enamorada, la relación duró unos años. Cuando acabó, me dieron ganas de regresar, pero estaba muy metida en las oposiciones. Me llamaron para dar clases en una academia en Inglaterra, pero no me podía ir ya. El año que aprobé las oposiciones, con 28 años, lo tenía todo preparado para irme a Estados Unidos.
-¿Está bien sacar unas oposiciones siendo muy joven, saber que tienes trabajo para siempre, pero también que no vas a tener estímulos para buscarte la vida y encontrar algo especial?
-Cuando terminé la carrera, no me planteé nada: ese año había oposiciones y tenía que opositar, es que ni me planteé otras posibilidades. Hay una inercia en Extremadura que nos empuja a opositar. Es un poco paralizante: sientes que tienes unas alas y sientes que te las están cortando. Soy afortunada porque tengo trabajo, pero.
-¿Recomienda que los jóvenes españoles se vayan a aprender idiomas al extranjero en compañía de otros jóvenes españoles?
-Sinceramente, pienso que si vas en un grupo te lo pasas muy bien, pero aprendes el inglés de las clases. Al hacer este tipo de cursos, se debe ir a alguno donde no haya españoles. Es que a los padres les da miedo que sus hijos no vayan con españoles, que vayan solos, pero es así como se aprende un idioma.
-¿Pero qué es más peligroso: ir con españoles o ir solos?
-No es tan raro ver gente sola. Estoy leyendo ahora un libro que se titula 'Las mujeres que viajan solas'. Me lo recomendó una amiga a la que conocí en Islandia. Me planté en Islandia, conocí a esta chica y le extrañaba que yo viajara sola. He viajado sola a Inglaterra, a Grecia, a Egipto, a Austria, a Islandia. Vives experiencias muy intensas y conoces a mucha gente, muchas maneras de vivir. Te haces amiga de belgas, de austriacas. Con una amiga austriaca estuve en Egipto en la época de las recientes revueltas. Éramos dos europeas en busca de aventuras. No íbamos en los cruceros ni en los circuitos establecidos para turistas. Escogimos un hotel en el centro de El Cairo. Me perdieron la maleta (tardó un mes en aparecer) y en la zona donde estaba no encontré ropa occidental. Tenía que lavar mi ropa todas las noches. Veíamos turistas que iban siempre escoltados por la policía mientras que nosotras íbamos a nuestro aire. En Alejandría se rieron de mí en la biblioteca por mi vestimenta. Me metí en la zona de los estudiantes, yo iba con un minivestido y la gente, que eran jóvenes, empezó a mirarme y a reírse de mí. Me sentí mal, entendí lo que deben de sentir ellos cuando los miramos por llevar su ropa musulmana.
-¿En qué idioma se dirigen a usted los vendedores ambulantes de París, de Florencia o Berlín?
-En inglés. La gente no cree que sea española y les digo que sí, que española y mucho. En los zocos egipcios me decían que si era polaca. En clase, el primer día, los alumnos piensan que soy extranjera porque entro en clase hablándoles en inglés.
-¿Por qué nuestros alumnos descubren que no saben inglés al primer intercambio?
-En primer lugar, por la obsesión que hay con la gramática, con escribir y rellenar huecos. Yo creo que es completamente ineficaz. Si las clases fueran hablando, otro gallo cantaría. Después de muchos años, solo saben rellenar huecos y hacer alguna redacción, pero no saben hablar. Cuando supe que iban a poner un examen oral de inglés en Selectividad, me pareció fantástico. En Extremadura vemos muy lejano el inglés, no es algo real. Los alumnos ven que tienen que estudiar inglés, no que tienen que aprender inglés.
-¿Es cierto que no aprendemos idiomas por amor propio y perfeccionismo: o hablamos perfectamente o nos callamos?
-Somos muy vergonzosos los españoles para hablar en inglés. Para otras cosas somos muy abiertos, pero tenemos miedo al ridículo, que se rían si hablamos inglés.
-¿Los jóvenes extremeños viajan?
-Cada vez más, aunque no viajan como los alemanes o ingleses. Aquí es que buscamos asentarnos. En el Reino Unido es muy propio cogerse un año al acabar los estudios para dar la vuelta al mundo y pensar qué vas a hacer con tu vida. Uno de mis mejores amigos ingleses ha dado esa vuelta al mundo. Eso es impensable en Extremadura. No hay tanta inquietud por la movilidad individual. Los intercambios colectivos sí, en eso es distinto, los extremeños sí que participamos bastante en proyectos europeos de intercambio escolar.
-¿Qué ciudades del mundo le parecen más interesantes?
-Londres me apasiona porque hay mucho movimiento, pero pierde mucho con tanto turista. Me ha gustado mucho Islandia. Es otro mundo, vienes muy relajada. En vez de irse a tomar una caña después del trabajo, van a tomar un baño de agua volcánica calentita a los hot pot.
-¿Se imagina a los funcionarios, a los empleados extremeños saliendo de trabajar y cambiando las cañas por los hot pot?
-Imposible. Los días que estuve allí me aficioné a los hot pot, con tres grados bajo cero y 36 en el agua. Te nevaba en la cara mientras tomabas el baño y hablabas con la gente porque son muy sociables, viven del campo, de la pesca. Gente muy tranquila, muy interesante.
-La ropa. Observando sus fotos en Facebook, la verdad es tiene usted un armario fascinante.
-Una prima de mi madre, que vive en Palma, era muy moderna y me traía ropa muy del momento. Me encantaba llevar el primer día de clase algo de ropa de mi tía Rosario. Yo no sigo ninguna moda, la ropa es una expresión de uno mismo. Mi hermana es muy elegante, tiene un estilo muy clásico, me encanta, pero si yo me pongo así siento que no soy yo. Me gusta comprar mucha ropa cuando voy de viaje, ropa y libros y a veces los tengo que mandar porque no me caben en la maleta. También la compro mucho por Internet. No me considero banal porque me guste la ropa.
-¿Cuál fue el primer concierto importante al que acudió sola?
-El primero fue un concierto de El último de la fila con 15 años. He ido a conciertos memorables como el de AC/DC en Sevilla. También he ido a Sevilla a ver a Nawja Nimri, a Jerez a escuchar a Iggy Pop. El último al que he ido ha sido al de Lady Gaga en Lisboa. Eso fue un espectáculo. No es el estilo de música que me gusta, pero como show y espectáculo merece la pena. Canta muy bien, toca muy bien el piano. Pero lo que vende es otra cosa.
-¿Qué ropa se puso para ir a ver a Lady Gaga?
-Una minifalda plateada, unas medias azules y unos guantes largos de encaje y me planté un lacito como el de ella y una camiseta de Lady Gaga. Fui sola a buscar a una amiga y unos ingleses me pararon, leS gustaban los guantes y me decían que era la nueva Lady Gaga. Pero también me gusta ir a escuchar grupos en la parte antigua de Cáceres o en salas como Boogaloo.
-Dicen que los chicos de la ESO se comen a las profesoras buenas personas.
-Ahora doy clase en adultos, pero me estoy planteando volver a un instituto porque me gusta mucho tratar con adolescentes. Desde el aula se les puede motivar. Pasa mí fue una época difícil y pienso que puedo darles cosas que a mí me faltaban. En el aula quiero sacar de los alumnos ese sufrimiento que llevan, esa alegría. Para mí, dar clase en la ESO no es un infierno, es un reto.